sábado, 22 de junio de 2013

de idas y vueltas

¡Hola amigos del misterio! Hoy en el blog...una de viajes. Después de tantos días de inactividad, por fin tenemos internet en nuestro piso belga y podemos compartir por aquí anécdotas y demás relacionadas con los viajes de ida  y vuelta a Leuven, tras pasar 5 intensas semanas haciendo trabajo de campo en las montañas.
Vamos con el de ida a Sevilla. Me pillé un billetico de esos de Ryanair, de Charleroi a Sevilla, directo, a módico precio, eso sí, llevando encima lo puesto. La gracia aquí es llegar a Charleroi, sin tener quién te acerque en coche. Mi vuelo salía a las 8, y tenía que coger un tren y un autobús, y el citado Charleroi (equívocamente llamado Bruxelles Sud...) está a nada más y nada menos que 90 km de Leuven. Salí de casa de Pablo y Fátima a eso de las 4,30, con las pestañas puestas y la cara de otro, y sin mucha incidencia me monté en el primer tren del día, destino Bruselas, a las 5. En el tren iba una parejita con maletas justo al lado, y al ver que no bajaban en el enlace con el aeropuerto de Bruselas, supuse que iban a Charleroi. Suerte la mía, porque ellos sí sabían donde coger el citado autobús destino aeropuerto, que sale cada 30 min desde la estación de tren de Brussel Zuid. Era taaaan temprano, y encima domingo, que el suttle tardó menos de lo previsto, en 30 minutos ya estaba en la terminal. Tocaba ahora lo más estresante de volar, y mira que habría otros factores más vitales a tener en cuenta: pasar el control de seguridad (lo odio!!!). Mi maleta de mano iba cargadita de juguetes, todo aparatos raros y material para el trabajo de campo y laboratorio en Cazorla, menos mal que no les asaltó la curiosidad extrema, y ahí quedó la cosa. Tras esperar un embarque en una cola llena de españoles (en Charleroi sí venden prensa en castellano, ojo al detalle), me monté en el citado aparato infernal, pintado y muy repintado en amarillo, pero que los motores hacen un ruido que pa qué...A las 10.15 sonó una musiquita algo cachonda de victoria en el avión, y ahí estaba yo, que había salido a 6ºC esa mañana, a unos treinta y tantos en el aeropuerto de San Pablo, luz cegadora mediante. Oh, mira que no hablamos de ir a México, pero la luz entre ambos países vaya sí es diferente. A las pocas horas, ya iba camino de las montañas con mi progenitor...
El viaje de vuelta desde Cazorla city fue aún más gracioso. Esta vez no viajaba sola, sino con marido y perrete, y maletas a tope, así que nos pillamos vuelos desde Madrid con Air Europa, que no tenía mal precio y además nos permitía tener al animal con nosotros en cabina. Por suerte, el vuelo salía a las 15h, por lo que podíamos viajar en el mismo día a Madrid. A eso de las 7,45 salimos de Cazorla en "Jeny", apodo del Clio de Alfredo padre, destino Linares-Baeza, un sábado, con nada de tráfico. Perrete iba suelto en el coche aún, durmiendo feliz, mirando el transportín con mala cara. Una vez en el tren, algo tristoncillos, el revisor nos dejó los asientos justo al lado de la zona para sillas de ruedas, para que pudiéramos tener más espacio para el transportín en los pies. Ebla no se movió, solo lloró algo cuando compramos unos Cheetos en la máquina expendedora, cómo no :) Una vez en Atocha, nos esperaba mi prima segunda Pepi, madrileña, viajera y encantadora, ya tenía organizado el viaje en bus desde allí y una bolsita con un par de bocatas de jamón con aceite de Cazorla. Más apañá y no nace. Llegamos rápido a la T2, y allí nos encontramos con la aventura que es facturar hoy día. No me dejaron hacerlo por internet, y allí tampoco en las máquinas puestas a tal efecto. Claro, llevábamos al perrete y teníamos que firmar unos pocos papeles. De cola en cola nos seguía la pobre Pepi, carro de maletas en mano. Al final pudimos facturar sin más novedad. Ya estábamos agotaicos vivos, y quedaba el control! Bieeen! Coja al perro en brazos, pase el arco, ponga el portátil aparte, saque el móvil...eso con gente que venía desde atrás y te colaba su bandeja en el escáner, que barbaridad. El caso es que con la emoción pasé la botella de agua de Ebla y la mía del tren, y un poco más y me sacan de la terminal a gorrazos. Las vacié fuera, y, de momento, problema terminado. Nos montamos en el avión, Ebla súper tranquila, nosotros mirando si las maletas (llenitas de muestras de esas 5 semanas previas) subían también a la bodega, y con media hora de retraso empezó el despegue el capitán Gonzalo de Pablo. Nunca olvidaremos su nombre, qué atrocidad de despegue, qué nervios. Eso se movía más que una cometa en Cuesta Maneli. Menos mal que el Embraer, bastante nuevecito, tomó altura pronto, y ya se acabó el meneo. Después nos encontramos con la sed del bocata de jamón, pero, maldita sea, estábamos justo al final del pasillo y bebimos nuestro refresco ya casi entrando en Bruselas..¡nooooo! Aterrizamos mejor que despegamos, y tras andar un buen rato, nos encontramos en la cinta con nuestras maletas. Oh, sí, esto iba saliendo bien. Pillamos un carrito y nos encaminamos a la planta -1, allí compramos billetes a Leuven directo (mucho más cómodo que parar en Bruselas y cambiar) y ya estaba todo casi hecho. Ya fue llegar, pillar taxi tamaño maxi, entrar en nuestra casa, ver nuestra maceta y tarjeta regalo de los caseros...buscar el coche en la Universidad, ir a casa de Pablo y Fátima por el resto de nuestras cosas...y ya...por fin...inflar la cama! que ya los siguientes serían muy muy intensos días...




hasta aquí por hoy....¡un abrazo! ¡y que tengaís un gran día!